La guarde con 8 meses: nuestra experiencia con Isaac

Desde que Isaac tenía apenas 3 meses, ya sabíamos que lo llevaríamos a la guardería de verano. Lo habíamos hablado, pensado con calma, y confiábamos en que sería una experiencia positiva para él. Queríamos que explorara, que viviera nuevos estímulos, que compartiera con otros niños. Nos parecía un paso natural.

Pero una cosa es pensarlo… y otra, vivirlo.

Cuando llegó el gran día, Isaac tenía 8 meses. Era la primera vez que se separaba de nosotros durante tantas horas seguidas. Y aunque todo estaba decidido y preparado, el corazón me tembló un poco.

No pude entrar con él. Lo dejé en la puerta, en brazos de otra persona. Tuve que darme la vuelta y confiar. Caminé despacio, con una mezcla de ilusión, nervios, y ese pellizquito en el pecho que solo se siente cuando dejas a tu bebé por primera vez.

Y luego… ¡lo pasó en grande!

Desde el primer día, Isaac lo disfrutó. Jugaba en el jardín, tocaba el agua, compartía espacio con otros niños, descubría texturas y sonidos nuevos. En las fotos que nos enviaban se le notaba feliz y tambien volvía con esa carita de emoción, como si hubiera descubierto un mundo nuevo. Y de hecho… así era.

Cada día traía algo distinto: una nueva expresión, un gesto que antes no hacía, más ganas de imitar lo que veía. Estaba aprendiendo muchísimo. El entorno era nuevo, estimulante, lleno de movimiento y posibilidades.

Pero el cuerpo notó el cambio

En casa, Isaac tenía una rutina estable. Sabía cuándo y cómo dormía. Pero en la guarde todo cambió: los horarios eran distintos, había más movimiento, muchas cosas ocurriendo al mismo tiempo. Empezó a dormirse peor, llegaba más cansado, a veces irritable, con ese llanto de “estoy agotado y no sé cómo calmarme”.

Fueron días de ajuste. Sabía que era parte del proceso. Lo acompañé con paciencia, con presencia, con calma. Aunque todo fuera normal, el cambio se sentía.

El famoso virus del tercer día

Y sí, también nos tocó. Al tercer día de guardería, se resfrió. Fiebre, moquitos, malestar… el paquete completo. Estaba más apagado, más sensible. Daba pena verlo así, tan pequeñito.

Durante algunos días, todo fue más intenso: dormir, comer, consolar. Me pregunté si era demasiado pronto. Pero también supe que, antes o después, pasaría. Y que su cuerpo, al igual que su mente, estaba aprendiendo a enfrentar lo nuevo.

Y ahora, viéndolo feliz, no me arrepiento

A pesar de todo, lo volvería a hacer. Porque veo lo mucho que disfruta. Lo que aprende. Lo bien que se lo pasa. Porque aunque al principio fue un torbellino, ahora vuelve con una sonrisa.

Sí, fue un cambio. Sí, hubo momentos difíciles. Pero también hubo crecimiento, descubrimiento, alegría. Porque crecer, aunque a veces duela un poquito, es maravilloso.

Por si tú también te lo estás pensando…

Llevar a tu bebé a la guarde con 8 meses no es una locura. Puede ser una experiencia muy bonita.

La adaptación existe, y no siempre es fácil. Pero pasa.

Se cansan, sí. Se resfrían, también. Pero también se llenan de vida, de aprendizajes, de curiosidad.

Y tú, mamá o papá, sigues siendo su lugar seguro, incluso cuando está unas horas lejos de ti.

Con amor,
Mamá de Isaac

No estás sola

A veces, la maternidad puede sentirse solitaria, pero no tienes que cargar con todo en silencio. Aquí tienes un espacio seguro para compartir lo que sientes, sin juicios, sin miedos. Porque lo que vives, otras mamás también lo han sentido. Escribiendo tu historia, puedes ayudar a alguien más a sentirse comprendida.

Scroll al inicio