La primera carcajada: el sonido más hermoso que jamás escuché
Era una tarde tranquila. Él estaba relajado, tumbado entre cojines, con su mirada serena como si me escuchara con atención. Yo le leía un cuento poniendo voces suaves y dulces, casi como si cantara palabras. Y entonces, sucedió.
Sin previo aviso, su carita se iluminó y soltó una carcajada. Una carcajada real. No fue un reflejo, no fue un suspiro con sonido, fue una risa auténtica. Pequeña, pura… y absolutamente mágica. Me quedé paralizada por un segundo. Lo miré, lo escuché, y sentí cómo se me derretía el corazón.
Tenía apenas un mes y medio. Y, aunque más tarde se lo conté a la pediatra —quien me respondió que a esa edad no es posible, que seguramente fue un reflejo—, yo sé lo que vi. Yo sé lo que sentí. Esa risa no vino del cuerpo, vino del alma. Era como si en ese momento su corazoncito me estuviera diciendo: “Me gustas, mamá. Me haces feliz”.
Y en los días siguientes volvió a hacerlo. Siempre cuando le hablaba. Siempre cuando yo le entregaba mi voz, mi mirada y mi tiempo. Como si esa conexión tan única que tenemos se convirtiera en alegría pura.
A veces, como madres, nos dicen que estamos exagerando, que interpretamos cosas que no son. Pero nuestro instinto, nuestra mirada, nuestra presencia constante, sabe más de nuestro bebé que cualquier tabla de desarrollo.
Cada bebé es un universo, y los momentos mágicos no siempre encajan en una edad “correcta”.
Así que si alguna vez sientes que tu bebé te respondió con una risa, una mirada, un gesto que parece imposible… créelo.
Porque tú estabas allí. Porque tú lo viste. Porque tú lo sentiste.
Y eso es más que suficiente.
No estás sola
A veces, la maternidad puede sentirse solitaria, pero no tienes que cargar con todo en silencio. Aquí tienes un espacio seguro para compartir lo que sientes, sin juicios, sin miedos. Porque lo que vives, otras mamás también lo han sentido. Escribiendo tu historia, puedes ayudar a alguien más a sentirse comprendida.