El piel con piel
Mientras esperaba en la sala donde recibes a tu hijo por primera vez para hacer el «piel con piel», como lo llaman, yo pensaba en todas esas escenas de películas y series donde el padre se pone a llorar y suena música de fondo, mientras el bebé te mira y sonríe. Al mismo tiempo, no dejaba de preocuparme por mi mujer, pues había sido una cesárea. Pues bien, cuando me dieron a Isaac, me senté con él, le cogí la cabecita, lo miré, y era tan fuerte la lucha entre alegría y terror que llorar no lloré. Fue increíble, pero al parecer tan, tan frágil, que el cien por cien de mi mente estaba puesto en asegurarme de que mi hijo estuviera a salvo.
Lo siguiente que pensé fue: los que diseñaron los Furbys tuvieron que fijarse mucho en bebés, porque cómo se le parecían los ruidos que hacía. No paraba de hacer sonidos y de moverse despacito entre mis manos. Me pareció muy yo tener un pensamiento divergente en una situación difícil de manejar. Me reí de mí mismo y seguí mirándolo con cuidado para sellar en mi mente aquel momento, sin dejar de pensar en mí mujer y en poder volver a estar con ella lo antes posible.
Se alargó más de lo esperado, porque, como supe después, tuvieron que sedarla por completo por una complicación con la epidural. Pero finalmente los tres estuvimos juntos de nuevo en la habitación del hospital, y pude decirme a mí mismo: vale, ahora que voy a ser padre… espera, espera, ¡que ya lo eres! Mi cabeza va a su ritmo, es lo que hay. En fin, la partida empieza aquí, chavales. Si pensáis que sois muy valientes, ya me lo contaréis cuando os toque el piel con piel.
No estás sola
A veces, la maternidad puede sentirse solitaria, pero no tienes que cargar con todo en silencio. Aquí tienes un espacio seguro para compartir lo que sientes, sin juicios, sin miedos. Porque lo que vives, otras mamás también lo han sentido. Escribiendo tu historia, puedes ayudar a alguien más a sentirse comprendida.